domingo, 17 de agosto de 2008

Cada quien escapa como puede

El edificio Royal tiene diez pisos, cuatro apartamentos por piso, una mezanina con dos locales, y es uno de los doce edificios de la manzana; adicionalmente, el sector tiene unas trescientas casas. La policía está peinando la zona, casa por casa, apartamento por apartamento, busca a los ladrones que se llevaron unos cuantos millones del banco “Guardado” en un golpe magistral. Estoy en el edificio “Royal” por puro azar del destino, en este momento subo y bajo escaleras. Busco donde guardar los billetes del golpe dado hace media hora. Un trabajo bien planificado, bien estudiado, con resultados excelentes, que más se puede pedir. El problema fue, no haber revisado los cauchos de la camioneta, ya que uno de ellos, no estaba en buen estado y explotó en el lugar y tiempo menos indicado. De lo contrario, ahora estaría en un sitio seguro y bien lejos.

El telón del escenario sube y aparece con una sonrisa la chica de la noche, esperada por todos. Tiene el cabello negro, ondulado, largo y sedoso como el de las chicas que muestra la televisión. De rostro infantil, ojos negros como el azabache, piernas delgadas y largas, muy bien formadas, camina lento pero seguro sobre el escenario, con un vaivén encantador. Despertando las pasiones de todos los espectadores. Saluda con ambas manos, moviéndolas en forma medio circular sobre su cabeza. Su rostro embruja a los presentes, sonría y muestra unos dientes blancos como la espuma y unos labios rojos como la cereza.

Son las nueve de la mañana, mis compinches de andanzas están en la esquina de Salas, con el auto de trasbordo para ir a nuestro sitio de escape. En la reunión que tuvimos anoche les dije: Si no he llegado a las diez de la mañana, por cualquier razón, deben habilitar el segundo sitio de encuentro. Ahora mismo, estoy en un subir y bajar de escaleras dentro del edificio Royal, en búsqueda de un sitio para esconderme o guardar el dinero, y salir para el sitio acordado, donde estoy seguro de que no hay policías ni nada que temer.

Se dirige hacia un tubo, que parece parte del decorado del local, pero en realidad es donde ella realiza sus fabulosos y exóticos movimientos corporales. El tubo tiene un espesor de diez centímetros y está en medio del escenario. Unas correas de acero lo aseguran al techo. No logró precisar como esta agarrado al piso. Nuestra chica se detiene a un metro aproximadamente del tubo.

Las campanas de la iglesia suenan diez veces y yo, aún en este edificio, cuando debería estar en mi guarida con mis chicas, con mi gente, protegido por mis compinches, con botellas de whisky, celebrando el éxito del trabajo realizado.

Viste ropa intima de color rojo intenso, y luce mas intenso sobre su piel blanca. Suena la música y comienza su espectáculo. Mueve el cuerpo de una forma sensual sobre la tarima. Baila girando su cuerpo, primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda, desliza sus pies y parece no tocar el piso; luego de unos minutos de su baile exquisito, va y agarra firmemente el tubo con las dos manos, se agacha, coloca el tubo entre sus piernas pero sin tocarlo, mueve su pelvis hacia atrás y adelante. Su abdomen parece estar quieto, sus piernas suben y bajan.

Tengo tres horas en estas escaleras, tratando de no ser visto por los vecinos, o mejor dicho, tratando de que los perros no sientas mis pasos, ni mis olores, para que no ladren. Escucho el titilar de las sirenas, unas se alejan y otras se acercan. No puedo precisar si es policía, bomberos, ambulancias ú otro cuerpo de emergencias, solicitando paso en el tráfico de vehículos en la avenida. Tampoco sé si son más policías que se dirigen a este edificio para capturarme. Esta incógnita se acrecienta a medida que pasa el tiempo.

El ritmo y sonido de la música indican el movimiento de la chica en el escenario, al principio tenemos un ritmo lento con un sonido bajo y movimientos lentos, luego aumenta progresivamente, el ritmo junto al sonido y los movimientos, al igual que los gritos y silbidos de los asistentes. A medida que pasa el tiempo, la flexión de sus piernas es menor y prácticamente esta de pie. Suelta el tubo y se acuesta sobre el escenario boca arriba, aprieta los senos con sus manos, mientras continúa su rápido movimiento pélvico, pero ahora las piernas están arriba moviéndose. En este momento, la luz cae sobre la chica y vemos su rostro sudoroso y contraído, mostrando un gesto orgásmico.

Ahora, pienso en la forma de salir de este atolladero. No quiero ponerme a contar el dinero que anda conmigo, se que es suficiente, pero sé también, que la policía esta buscando por todos lados a unos asaltantes de bancos, que huye a pie, debido a que la camioneta donde escapaban tuvo un accidente.

Se quita las medias muy lentamente al compás de la música, las dobla en sus manos como una pelota, y las lanza al público. El grito de los espectadores es fuerte y los silbidos igual. En ese momento suben el volumen, pero no le presto atención. La joven no da espacio para ver o pensar otra cosa.

La policía busca ladrones de bancos. No saben aún quienes son, ya que no tienen las fotos tomadas en el momento del asalto. Simplemente tienen las fisonomía, aprendida en la academia de policía: moreno claro, ceño fruncido, usa lentes oscuros, treinta años de edad promedio, nervioso, altamente peligroso, lenguaje de bajo nivel, manos largas que permiten empuñar una metra fácilmente o un arma de gran potencia. Regularmente de contextura fuerte y no tienen compasión con sus semejantes, siempre están dispuestos a cualquier cosa. Estos gestos normalmente lo delatan.

Es medianoche. En ese preciso momento la música sube al máximo, y vemos unos grandes, y voluptuosos senos. Su sonrisa es angelical, sus dientes brillan cuando reciben el rayo de luz del ambiente. No puedo ver si cambia el color de sus ojos azabaches.

La policía sabe que los malhechores están cerca, ya que la camioneta esta a escasos doscientos metros del edificio. Veo una claraboya en la pared, muevo unos tornillos y, para mi alegría, estos ceden. Ante mis ojos se abre un pequeño espacio, lo suficientemente grande para guardar el resultado de mi trabajo. Coloco la bolsa con el dinero, cierro el espacio. Ahora, a la calle. De algo estoy seguro, vendrán otros días, otros trabajos y mejores situaciones.

Su movimiento pélvico es ahora de pie, hacia el público. Sus rodillas inclinadas hacia delante, su pelvis va delante y atrás, mejor dicho, la pelvis sube y baja. Sus brazos los mueve extendidos hacia delante y el movimiento finaliza recogiéndolos atrás, doblando el codo, en un movimiento rápido y seguido, digamos, frenético. Sus ojos cerrados, su boca también pero con un a sonrisa infaltable. Su respiración es rápida y se puede sentir en el ambiente.

Salgo a la calle y camino. Los policías recorren la avenida de norte a sur. Los policías junto a los guardias nacionales montan alcabalas y chequean los carros que circulan por la avenida. Otros requisan a las personas que andan por el sector. Trato de alejarme rápidamente, pero un policía me ve y me da la orden de alto. Me detengo, levanto las manos. El agente me pide la cédula de identidad y me manda a pegar de la pared con las manos en alto.

Pensamos que puede finalizar de un momento a otro el show, pero no, el sonido musical se mantiene y el ambiente se torna mas caliente. La joven desabotona un lado del blumer. La gente corea. La chica sonríe, gesticula, sabe emocionar a los asistentes.

El policía me requisa, no consigue nada, me preguntó “que donde vivo” y que hago por este sitio. Le respondo, en el quinto piso del edificio Royal apartamento 5-A y voy a comprar pan en la panadería de la esquina. Sin querer, le he dicho donde está el dinero, me faltó decirle que en la claraboya donde esta la toma de luz. Observándome muy detenidamente, me da la orden de seguir, recordándome que debo tener cuidado con unos asaltantes de bancos sueltos por el lugar. Le agradezco y sonrío. Me retiro del lugar con paso rápido.

No sé como, pero el blumer vuela de sus manos a los asistentes que saltan entre las sillas, se golpean unos con otros, para tomar el trofeo de la noche. En ese momento y en medio de atronadores aplausos, gritos, y silbidos, nuestra heroína escapa apresuradamente de la tarima y se retira al camerino como Dios la trajo al mundo.

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