Subí lentamente los
peldaños del bus. Desde el estribo observé a los pasajeros de las
primeras dos filas. Noté cierto movimiento nervioso en la señora
de traje azul cuando me vio subir. Viajaba en la segunda fila del
lado izquierdo del bus, al lado de la ventana y llevaba una bolsa de
color verde en la mano. Colocó su bolsa entre la ventana y ella,
tratando de que no sea visible para los demás pasajeros.
<> pensé en ese momento.
Me
paré al lado de la señora. Saqué la pistola, la puse en su
cabeza. Ella me vio. Entendió. No le quedó más alternativa.
—Es
lo único que tengo, no me mate por favor. —me dijo entregándome
la bolsa de color verde pálido color desgastado por el tiempo.
La
señora del hermoso vestido azul se desmayó y quedó arrumada en el
asiento como un fardo de papas tirado en un zaguán.
—Gracias
por su colaboración— le dije en un tono muy cortés, pero no me
escuchó. La vi y me dio gracia por la forma cómica en que quedó
sentada en el asiento. Guardé el arma dentro de la bolsa y bajé del
bus.
Llegué
a mi casa. Le dí un beso a mi esposa y la bolsa obtenida por mi
trabajo. Alicia, mi esposa se contentó mucho. Me senté en la
hamaca. Encendí el televisor.
—Esto
es lo único que pudiste hacer en tu trabajo de hoy?
—No
encontré mas nada. La situación esta muy difícil. Hay mucha poli
en la calle.
—Pero
vistes lo que tenia la bolsa?
—No.
Dejé de mirar la
televisión. Levanté la cara y vi a mi esposa frente a mí mostrando
sus manos: en la derecha tenía un hermoso gato blanco tomado por
el cuello y en la izquierda, la bolsa de color verde desgastado
por el tiempo.
01-08-2008
Prof. Ramón Anselmo Rengifo Avendaño